La tortura materna

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Las madres nos torturamos diariamente. A veces me encantaría que no fuese así, pero es casi imposible. Hoy me desperté por la mañana. Acelerada. Tampoco es raro en mi, soy, digamos, un poquito nerviosa. Reconocido. Continúo. Me levante algo acelerada, se que la semana es complicada, cumpleaños de mi hijo, el primero sin tratamiento, última semana pre navideña, primera sin tratamiento, el feliz, llevamos dos meses con la cuenta atrás, pero a mi me tortura que todo esto sea dentro de una pandemia mundial y temblando por una posible tercera ola, nunca estoy conforme.

A veces me gustaría dejar de ser así, de exigirme tanto. Yo tengo un contexto y unos recuerdos. Creo que mis hijos deberían tener una infancia feliz, sin caos, sin miedos sanitarios, con abrazos de los abuelos y muchas sonrisas. Veo el mundo sumido en un caos absoluto y entristezco pensando que no tiene el cumpleaños o las navidades que merecen. Mi hijo sobre todo, no tiene un recuerdo nítido de un cumpleaños sin enfermedad, ni unas navidades normales. Y me encantaría que creciese conociéndolas. Porque la inocencia desaparece y entonces me torturo pensando que sus recuerdos no serán maravillosos. Y no es verdad.

Después de dormir regulín, levantarme y ver a mi hijo triste porque no quería ir al cole, decirme que esta cansadito, y yo oigo esa frase y se me cambia el cuerpo, como si una recaída nos acechará… después de todo eso, me senté frente al ordenador, con un té, y quise ordenar aquí mis ideas con vosotros. No es verdad. Ellos no tendrán las navidades que yo recuerdo, con casas llenas de primos, tíos, abuelos, olor a horno, con un calor tremendo en casa y un frío aterrador en la calle. Ese olor en las calles a Navidad, ese olor en las casas a familia. No esa no es la que conocen y quizá no vuelvan, pero no son peores recuerdos, son los de su generación, otra diferente, la que esta marcada por las distancias sociales, la protección de los mayores, las reuniones pequeñas y el valor de la familia. Lo más triste es no disfrutar de los abuelos y sus cuentos en el regazo o sus abrazos continuos. Pero les estamos inculcando los valores de proteger al de al lado, el tiempo de calidad con los padres, saborear las cosas pequeñitas, las importantes, sin tenerlo que adornar con grandes fiestas.

Hoy reflexione. Perdón. Hoy reflexiono sobre ello. Porque no quiero seguir torturándome por algo que ellos no han conocido y que solo yo anhelo. Ellos tienen otra realidad. Con la que son felices y están cómodos. Les toco un cambio generacional. Un cambio social de costumbres. En mi casa se han superado muchas cosas. Nunca volvió a ser lo mismo tras el diagnóstico del cáncer de un hijo, ¿por qué quiero ahora que vuelvan a algo que tampoco les corresponde?. 

He decidido no torturarme. Las navidades vendrán como tengan que venir. Serán nuestras navidades sin tratamiento. Serán solos, acompañados, con celebración de día o de noche. Pero las haremos especiales y sin torturas, porque sí pierdo el tiempo en retro alimentarme y torturarme perderé la oportunidad de generar los bonitos recuerdos que ellos merecen.

Así que serán unas navidades en pandemia. Las nuestras.

Como siempre mi humilde opinión

 

“Generar los recuerdos felices sólo depende de no generar expectativas falsas”

ROCÍO BRACERO

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