CAPÍTULO 1. CUANDO SABES LO QUE ES VIVIR AISLADO. LOS ÁNGELES TIENEN NOMBRE (2ºPARTE)

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los ángeles tienen nombre

#losangelestienennombre

PODCAST – CAPÍTULO 1. CUANDO SABES LO QUE ES VIVIR AISLADO. LOS ÁNGELES TIENEN NOMBRE (2ºPARTE)

Dedicado a un ángel: “Samuel Gómez”

LECTURA – CAPÍTULO 1. CUANDO SABES LO QUE ES VIVIR AISLADO. LOS ÁNGELES TIENEN NOMBRE (2ºPARTE)

Dedicado a un ángel: “Samuel Gómez”

Cuando conoces de frente un ángel, de esos que te cambian la vida, es necesario decirle al mundo que eres una privilegiada. Os saludo, soy Rocío Bracero y continúo mi aventura podcast segunda parte del primer capítulo. Cuando sabes lo que es vivir aislado. Los ángeles tienen nombre.

Os diría que mi mundo se derrumbó, cuando me dijeron que mi hijo podía tener leucemia, pero no es verdad. Aùn algo me sostenía. Le cogí en brazos, le costaba andar. Le subí de nuevo al coche y fui hasta el hospital Puerta de Hierro de Madrid. Comenzaron las vías, las analíticas y las esperas. No se como llegué, jamás lo sabré. En el coche iba rezando, mirándole. Jamás había ido a ese hospital. Aparqué en el primer parking que vi. Nunca supe cuál era. Hoy sigo sin saberlo. Le saqué del coche y anduve con el en brazos, mucho tiempo. Aún recuerdo su cuerpo de 3 años sin fuerza sobre mis brazos y mis 54Kg de peso. Recuerdo que se me dormían, pero podría haber andando con él así toda la vida si hubiese hecho falta. 

Por el camino llamé a mi marido. Tengo sangre andaluza. El sabía de mi sospecha. Y dice que soy muy exagerada. Me cogio el teléfono. Le expliqué, lo más suavemente que pude, lo que el doctor me había dicho. Le tembló la voz. Ya alguien más había pronunciado la palabra leucemia.

 Llegó mi marido. Desencajado, pensando que exageraba. La única vez en mi vida que no lo hice, el pobre tiene razón. Ojala esta vez lo hubiese hecho. A los diez minutos de su llegada nos rodeaban 5 médicos. Una enfermera cogía en brazos a mi hijo y se lo llevaba. Nos pidieron que nos sentásemos. Yo no quería sentarme. Era como si me adelantase a cada situación que estábamos viviendo. Y así, con tres palabras tu vida se para, se derrumba: Samuel tiene leucemia.

Treinta y ocho  años construyendo una vida. A veces quejándonos por no dormir, por no tener, por no alcanzar. Treinta y ochos años pensando que lo teníamos hecho. ¡Qué ilusa!, tuvo que nacer un ángel de mi ser para enseñarme a construir la vida. Yo educaba a dos hijos. ¡Qué osada al pensar eso!. Jamás les enseñó nada. Aprendo de ellos. Mi única función en la vida es tan solo hacerles diferenciar entre el bien y el mal. El resto me lo enseñan ellos a mi.

Así con tres palabras. Así, por estas tres palabras conocí el aislamiento real. El duro de verdad. No ese que te lleva a estar días encerrado sin más. ¡No! aquel que se pasa en una habitación de hospital. En 6m2. Sin ducha. Sin dormir. Sin wifi. Sin nevera. Entre pitidos de bombas. Y con mucho miedo. Ese aislamiento en el que luchas por lo más sagrado, la vida de un hijo.

Ahora ya sabéis quien soy. Y lo más importante, quién es él, acompañado por su valiente padre y su luminosa hermana. Ellos, dos niños, mis hijos, que tuvieron que hablarle de frente a la muerte y dejar de ser niños para ser soldados. Por eso en este confinamiento, en el que muchos sufren la pérdida de un ser querido, la lucha por superar la enfermedad, que buscan cómo soportar la crisis económica, o aquellos que la casa se les venía encima, me hizo querer acompañarles con la horrible sabiduría de “conocer lo que es vivir aislado”, porque a veces, saberlo ayuda. Y me leeréis muchas de estas páginas comparando el aislamiento oncológico con el aislamiento del coronavirus. Porque un aislamiento, da igual la gravedad por el que lo pases, te hace atravesar  por las mismas fases. En un orden o en otro, pero las mismas fases. Y no hablo de las de una desescalada. Las fases de un aislamiento.

Como iba diciendo, antes de presentarnos un poco, según se preste mi incoherencia de frases desordenadas, os iré contando más y más sobre mi familia. Era marzo de 2020. Estábamos en fase de mantenimiento. Llevábamos menos de 5 – 6 meses volviendo poco a poco a la normalidad. El cole, Samu, empezó en septiembre de 2019. Pendientes siempre de los virus. Cada vez menos preocupados, eso es verdad, sus defensas  ya estaban algo mejor, y la fase de quimioterapia actual era menos severa de lo que había sido. Pero seguíamos sin ser normales, ya sabéis lo que pienso de la normalidad, esa que lleva a la generalidad. Porque no hay nadie más normal que el que no cumple con lo normalmente establecido. El miedo es aún nuestro compañero de viaje, y no creo que deje de serlo nunca. Así que algo de ese Coronavirus en Italia ya no me gustaba. 

Los oncólogos tienden a ser parcos en palabras, si no ven las cosas claras. Sinceros. Dan la información justa, para que no te adelantes ni sepas más de lo que debes. No encontrarás en ellos las palabras de ánimo, ni de derrota que esperas. Una vez que lo pasas, y te sientas con ellos, lo entiendes. 

El cáncer es un bicho sin escrúpulos, y el tratamiento es tan arcaico y agresivo que arrastra a muchos de ellos. Quedan tan inmunodeprimidos que cualquier virus o bacteria puede jugársela. Son guerreros de cristal. Ellos luchan. Pero los enemigos son múltiples. Así que esas palabras de mi oncóloga nos hicieron ponernos de nuevo el escudo por si acaso: “no conocemos nada de este virus aún, pero seguro que es más de lo que nos dicen”.

Tras ese día nos quedamos aislados. Cinco días después anunciaban que los colegios cerraban el 11 de marzo. Dos días después, ese 11 de marzo de 2020 arrancaba la cuarentena.

De ahí mi primera publicación en RRSS. Esa que habéis leído al principio del capítulo. Mi ventana volvía a ser mis ojos al mundo. Pero ahora, aunque volvíamos a estar aislados, aunque volvió a colocarse nuestro amigo el miedo en primera plana, no estábamos en 6m2. Mi hijo ya no está vomitando, entrando a quirófano, tumbado en una cama. Ahora estábamos con su quimioterapia oral, pero corriendo por la casa, sonriendo, bueno eso no dejo de hacerlo nunca, ni aún cuando vomitaba. Pero no estábamos aislados en 6m2 de una habitación de la planta de oncología infantil. Estábamos en casa. Los cuatro juntos y aparentemente sanos. Mi mundo volvía a parar en seco. Si es verdad. Ya os contaré más adelante porque. Pero volví a ponerme el escudo de superheroína materna (no existe en realidad pero disimulas muy bien con ella puesta) y de nuevo tenía que demostrarles a mis hijos, por mucho que su inocencia voló en el hospital ese 9 de mayo de 2018, que juntos éramos invencibles.

Mi ventana me hacía ver que la gente aún no entendía el aislamiento social, la higiene personal, las distancias o mascarillas. Aún seguían en los parques. Todo parecía que era una gripe, y una exageración. Como bien escribí en mi texto. ¿Parece que nunca te va a tocar verdad?, pero toca. Era la primera fase. Había que ASIMILAR.

Asimilar es una de las fases que más cuesta. Cuando te dicen que tu hijo tiene cáncer, te imaginas que perderá el pelo al instante. Imaginas vómitos, y la estampa es horrible. Poco a poco vas viviendo el día a día, ¡qué digo!, momento a momento y te das cuenta que no es así, que todo depende de cada segundo y cada reacción. Y vas descubriendo poco a poco la información. Porque si algo es verdad es que cada niño es diferente aunque el cáncer sea el mismo. Porque cada cuerpo y cada célula tiene una respuesta diferente. La labor es de la medicina, la investigación y sus médicos. Nosotros solo podemos agarrarles la mano, sonreír y vivir el camino lo mejor posible porque el final es tan incierto que mejor no pensarlo.

Y en ese camino, las primeras medidas son de aislamiento. Higiene máxima de manos, superficies y ropa. Aprendes a cambiarte si sales de la habitación y cambiarte de nuevo cuando entras. Vives con el gel hidroalcohólico. No compartes baños, ni platos, ni cubiertos. Prohibir la entrada a todo aquel que presente un mínimo síntoma de lo que sea. Incluso hay un momento en el que no ves a nadie durante mucho tiempo, prohíbes la entrada a todo el mundo, sus defensas son tan bajas que hasta sus propias bacterias pueden atacarle. No contacto con animales, no piscinas, no, no, no…. Pero te acostumbras al aislamiento y ellos al no.

Mi hija se acostumbró a llevar su gel hidroalcohólico al cole. Cuando alguien tosía se apartaba y pedía que se tapase la boca. Se cambiaba y duchaba cada vez que venía del cole e iba a ver a su hermano al hospital. Se vacuna de la gripe para protegerlo. Salió del colegio durante dos meses por exceso de gripes. Supo llevar mascarilla … y un largo etcétera que me hizo mirar incrédula por mi ventana y pensar ¿tan difícil es? ¿es necesario de verdad tenerlo cerca para entenderlo?. Así es el ser humano.

Poco a poco se fue asimilando. La sociedad necesitaba su tiempo. Y por desgracia mis puntualizaciones se cumplieron. Los hospitales se colapsaron. Los enfermos crónicos recibieron el tratamiento, seguimos recibiéndolo. Pero la asimilación de la gente, y sobre todo de los que deciden, políticamente hablando, nos costaron muchas vidas.

“Cuando la vida decide sobrepasarnos no nos pongamos calendarios. Cambiemos nuestras costumbres y ayudémonos entre todos. La vida a veces nos frena para darnos la oportunidad de crear nuevas oportunidades.” (una vez asimilas empiezas a construir con la dureza que eso conlleva).

(Próxima semana siguiente entrega. Las anteriores en este blog www.rociobracero.com. Si te resulta más cómodo suscríbete a mi newsletter y te llegará al mail cada viernes…. o puedes seguirme en mis rrss, instagram, facebook y twitter donde publico las entregas. Y no lo olvides cada día sale el sol para darte una nueva oportunidad para empezar. )

 

“Cada momento suma más que el anterior”

ROCÍO BRACERO

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