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PODCAST – CAPÍTULO 2. CUANDO SABES LO QUE ES VIVIR AISLADO. LOS ÁNGELES TIENEN NOMBRE (3ºPARTE)
Dedicado a un ángel: “Hugo”
LECTURA – CAPÍTULO 2. CUANDO SABES LO QUE ES VIVIR AISLADO. LOS ÁNGELES TIENEN NOMBRE (3ºPARTE)
Dedicado a un ángel: “Hugo”
Hay días que se quedan en tu memoria para siempre. Los buenos son maravillosos sirven para sonreír, los malos sirven para darnos cuenta de lo frágil que es la vida. El ser humano tiende a olvidar e incluso ocultar las malas experiencias. A mi me gustaría, no lo voy a negar. Pero cada día que veo a Samuel levantarse de la cama, agradezco tenerle aquí y recuerdo los que no están… así que no pienso olvidar y sobre todo no pienso cesar en mi lucha para que haya investigación y los niños sean niños. Me presento soy Rocío Bracero y comienzo a leer la tercera parte del 2º capitulo de Los ángeles tienen nombre.
CAPÍTULO 2.
“Cuando sabes lo que es vivir aislado”.
Asimilación.
Fue la peor noche de mi vida. Casi no podía abrir los ojos de tanto llorar. Ni respirar de la congestión. Estaba oscuro. Olía a hospital. El pitido de la bomba aún no me molestaba como algo insoportable, bueno la verdad ese pitido nunca me llegó a gustar. La incertidumbre y el miedo se apoderaban de mi. No era capaz de gestionar mis emociones. No os voy a engañar busque información en internet de los dos tipos de leucemia, no debía, pero lo hice. Aunque paré pronto, porque me hundí más. Cuando pensé que por agotamiento se me cerraban los ojos, entró un celador. Eran las 2 de la mañana. Una de las muchas analíticas que le hacían a Samu les hicieron pedir una ecografía urgente. Sus transaminasas estaban 1000 veces por encima del límite normal. Y era el momento en el que producía tantas células malignas que la quimio iba a empezar al día siguiente y ese hígado podría no superar esa medicación. Insito, bendita ignorancia, eso lo sé hoy, en aquel momento no me sonaba bien una ecografía a las 2 de la madrugada, pero ¡qué carajo!, estaba en la planta de oncología, mi imaginación me hacía pensar que aquí todo era normal, tenía mi idea preconcebida de lo que era estar ahí, qué error, no se parece en nada a lo que imaginas.
Su hígado estaba muy inflamado, pero ¡ojalá aguante!. Si es necesario habría que trasplantarle, pero había que acabar con el cáncer.
Eran las dos de la mañana y a las 8 de la mañana bajábamos a la UCI. Ya no podía beber ni comer por la anestesia, y no entendía porque no le dejaba hacerlo, y a mi se me partía el alma.
Estaba tan agotado que se durmió. Y su descanso me sirvió para seguir llorando e intentando asimilar todo lo que estaba viviendo allí.
Eran las 7 de la mañana y venían a poner plaquetas. Tal y como seguía de niveles analíticos el anestesista había decidido que así no le dormía. Y él la verdad es que ya no podía ni comer. Pero yo tampoco, era un rutina que había olvidado y que no necesitaba. Mi marido llegó a las 7:30. Con la misma cara que yo. Quizá algo más descansado, pero poco más. Llegó con un sándwich y un café. Ignore ese sandwich, que más tarde sería parte de mi dieta y me lance a por ese café. Un sorbo y de nuevo estaba pegada a un celador recorriendo los pasillos de aquel hospital.
Con un poco más de claridad vi que no sabía ni donde estaba, veía por la ventana y era incapaz de ubicarme, ni de ser capaz de bajar y volver a subir sin perderme. Llegué con un celador y me movían otros. No se donde estoy y Samu tampoco.
Llegamos a la UCI pediátrica. Allí muy amablemente vino una enfermera oncológica, que luego sería una gran amiga. Anestesista, enfermeros y una psicóloga ayudándome. Yo me alteré, estaba nerviosa, me sacaron porque me di cuenta que si mi estado anímico cambiaba el de mi hijo, el de mi ángel, también, tuve que aprender a no hacerlo, pero a veces el miedo se apoderaba de mí y no podía controlarlo.
La psicóloga me tranquilizo, habló conmigo, me explicó paso a paso lo que iba a ver allí, lo que iban hacer y lo que iba a vivir.
Salí del miedo, lo gestioné como pude para interiorizar bien la información indispensable.
Entre, y le cogí su pequeña e indefensa mano y le tranquilice hasta que le durmieron. Qué impresión, era como si se apagase. Me derrumbé. Me impresionó mucho la primera anestesia que le pusieron. Y salí a una maldita sala de espera. Allí, acompañada de mi marido y familiares, empezó la primera de mis esperas tras un quirófano.
Pensé que no me quedaban lágrimas, pero si, si que me quedaban. Y cuando conseguí tranquilizarme un poco me bebí ese café que no pude beber a primera hora. Incluso abrí ese sandwich.
Estábamos arropados. Me hablaban, pero yo solo podía mirar esa pequeña ventana circular que decoraba la puerta que separaba la sala de espera de la UCI pediátrica, para ver si salían avisarme. Hasta que salieron. Por fin salieron. Todo ha ido bien, puede pasar solo uno. Y no mire atrás. Lo siento. Hoy pido perdón a mi marido, no le di ni la oportunidad. Allí entré cual leona.
Estaba dormido. Parecía tranquilo. No podía moverse en dos horas de su posición decubito supino. La intratecal es más efectiva y evita dolores de cabeza por esa entrada y salida del líquido al cerebro que puede llegar a ser muy doloroso. Pero claro explicarselo a un niño de 3 años no sería fácil.
Le empezaron a despertar, para ver si reaccionaba. Y empezó el calvario, chillidos, movimientos.. despertó asustado, tal y como se durmió. Eso también iría mejorando. Porque como todo en esta vida, cuando te acostumbras a algo le pierdes el respeto y llegan a entenderlo, y llegas a entender cómo debe despertar un niño y sobre todo como se debe dormir antes para que se despierte mejor de una anestesia.
Calmantes, de todo pero no conseguían relajarle, al final cayó en mis brazos y se durmió. Creo que no sentí los brazos en tres días. Pero me daba igual, le iba a sostener así todo el tiempo que pudiese.
Ahora había que esperar los resultados del aspirado de médula. Mientras allí estaba, en la UCI pediátrica. En una silla algo acolchada. Enfermeras cuidando a recién nacidos llenos de cables y tubos, niños aislados dentro de UVI, imágenes que jamás esperas vivir. Y allí estás tú. Uno de los niños es el tuyo. Mi marido fuera, sin saber nada, sin verle. Lo pienso hoy. En ese momento sólo pensaba en él. Sólo podía mirarle a él.
Llegó el momento. Y un médico se acercó a mí. Esta vez ya se presentó como oncólogo. Muy amablemente preguntó qué tal estábamos. Y me dijo que tenía los resultados del aspirado de médula. Estábamos en una UCI, con mi hijo en brazos, agotada y sin mi marido de nuevo. Le miré y le dije dime si es la buena o la mala. Me miró y me dijo; es la buena.
Os preguntaréis si existe una leucemia buena. Pues no. No existe. Pero cuando estás en el barro, en el fango, siempre hay una noticia más buena que otra. Y aunque empezaba una lucha de más de dos años de tratamiento el índice de mortalidad era menor que en la otra. Aún quedaba por saber cómo reaccionaría, pero dentro del fango saque un brazo y me agarré a una rama. Y juré que no soltaría esa rama. Tiraría y tiraría y sacaría a mi hijo de ese fango. Aunque se me fuese la vida en ello.
Ahora ya tenía casi todas las respuestas de mis primeras preguntas. En menos de 48 horas mi yo había desaparecido. Mi vida no existía. Y estaba en el infierno luchando por llegar al cielo. Hoy podría empezar a asimilar.
Hoy es igual. Miro desde mi ventana. Hoy desde mi palacio de 100m2. A veces con mi hijo gritando por detrás mientras juega con sus juguetes. Esta ventana no tiene cinta americana. Esta está bien aislada. Pero veo como poco a poco la gente asimila donde esta. Necesita tiempo. Necesita saber a que se enfrenta y culpa de quien es esta pandemia mundial por Covid. Aún están buscando respuesta en ojos que no les miran, con certeza y con la incertidumbre de recorrer un camino del que no conoces un final. Pero el aislamiento es así. Un camino oscuro, lleno de abismo del que no debemos salirnos, aunque nos asomemos.
(Próxima semana siguiente entrega. Las anteriores en este blog www.rociobracero.com. Si te resulta más cómodo suscríbete a mi newsletter y te llegará al mail cada viernes…. o puedes seguirme en mis rrss, instagram, facebook y twitter donde publico las entregas. Y no lo olvides cada día sale el sol para darte una nueva oportunidad para empezar. )
“Cada momento suma más que el anterior”
ROCÍO BRACERO