En tiempos de Zoom es más difícil desconectar

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#tiemposdezoom

La tecnología nos permite estar conectados con el mundo. Y eso es maravilloso. Nos acerca a los familiares, a los amigos, nos facilita el trabajo, los estudios y la información, pero nos lleva también a la desestabilización e incluso a la fatiga, sí a la fatiga.

A veces nos ponemos a temblar cuando nos dicen ahora los amigos vamos  hacer un zoom, o vemos la posibilidad de cenar en navidades separados de los nuestros y hacerlo vía online. Quizá no le pase a todo el mundo pero es fatiga real. Desesperación. Sólo pensar de nuevo en un confinamiento produce angustia y ansiedad, por muchas situaciones. Algunas personas porque están y viven solas, otras por la situación familiar, económica, o simplemente porque la prohibición en sí produce en el cerebro una reacción negativa que afecta al sistema inmune y al anímico.

Pero por otro lado la gente siente terror, miedo. La información tan exagerada del COVID hace que todo el mundo dude. No saben si incluso cumpliendo las normas se están poniendo en riesgo. Unos días se limitan los grupos, otros días no. Unos días se apuesta por comer en un restaurante otro día no. Y la opción final son los medios digitales.

Estoy muy a favor de los medios digitales. Las redes sociales nos facilitan la vida. Nos permiten un gran acceso a la información pero también pueden ser contra producentes. Como todo en la vida hay que estar en el equilibrio.

De momento no estamos confinados. Se puede salir. Aprovecha tus círculos cerrados. Los entrenos seguros, pero que nos dé el aire. Eso es lo que pienso y lo que hago. 

He pasado mucho tiempo en el hospital y necesito aire y relaciones sociales mínimas. Con mucho cuidado, cumpliendo las normas pero con la necesidad de no tener fatiga.

Dicho esto me ocurre que hablando con mi entorno más cercano escuchaba como ya no es posible escaparse incluso de los compromisos sociales por culpa de las videollamadas. Antes podías excusarte, no llego, no me da tiempo, estoy en otro sitio, he quedado en otros sitio. Ahora hay veces que incluso las videollamadas se solapan unas con otras. Reuniones, tutorías del colegio, citas médicas, los amigos, las felicitaciones de cumpleaños, y se convierte en un estrés digital. Me recuerda a ese calendario de nuestra antigua normalidad en el que las extraescolares, los cumpleaños infantiles, las revisiones medicas y las tareas se solapaban e ibas corriendo con el coche de un lado a otro sin parar. Ahora es igual a golpe de click.

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Hay veces que empiezo una call a las 8:30 y acabo con la última a las 14h sin un descanso. Y no hay excusas ni tiempos para trabajara y crear. Y lo gestiono bien, pero el otro día me dio fatiga real al escuchar vamos a conectarnos esta noche y cenamos por zoom. ¡AHHHHHH! NO QUISE NI OIRLO. Sé que es sensato y responsable pero no puedo entrar en esa dinámica prefiero salir a la calle y tener una vida social controlada, burbuja y limitada.

Un amigo me decía el otro día desayunando, voy de cumpleaños en cumpleaños por videollamada y no me puedo escapar, pensábamos que WhatsApp nos había dominado, nada que ver con esto.

Pero por otro lado la videollamada permite conciliar, acceder a las personas lejanas, acompañar a las personas mayores, y realizar grandes actos solidarios aunque no ofrezca calidez.

Es una lucha de sensaciones, la conexión que menos desconectado te permite estar. Un cambio de juego. Un  cambio de cartas en esta partida de la vida. Lo que antes valía ya no sirve de nada. Ahora no podemos hacer lo que hacíamos y nos cuesta asimilarlo. A mí la primera. Y esa lucha por querer volver a recuperar lo perdido también da fatiga. ¿Os pasa a vosotros? 

Como siempre mi humilde opinión 

 

“Nuestra conexión con el mundo depende del propio cable de nuestra red vital”.

ROCÍO BRACERO

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