CAPÍTULO 3. CUANDO SABES LO QUE ES VIVIR AISLADO. LOS ÁNGELES TIENEN NOMBRE (1ºPARTE)

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los ángeles tienen nombre

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PODCAST – CAPÍTULO 3. CUANDO SABES LO QUE ES VIVIR AISLADO. LOS ÁNGELES TIENEN NOMBRE (1ºPARTE)

Dedicado a un ángel: “Antonio Manuel”

LECTURA – CAPÍTULO 3. CUANDO SABES LO QUE ES VIVIR AISLADO. LOS ÁNGELES TIENEN NOMBRE (1ºPARTE)

Dedicado a un ángel: “Antonio Manuel”

Una vez asimilas una nueva situación ya puedes empezar a construir una nueva realidad, tal y como estamos intentando hacer en esta pandemia. No quedarnos estancados en la espera de volver a lo que no regresará. Eso no significa que sea peor, sí sabemos extraer de cada situación lo que nos aporta la nueva. Soy Rocio Bracero y construí mi nueva realidad en una planta de oncología con mi hijo Samuel. Continúo leyendo la primera parte del tercer capitulo de los ángeles tienen nombre.

CAPÍTULO 3.

“Cuando sabes lo que es vivir aislado”. 

Construir. 

Empiezan a pasar los días y deja de ser divertido estar encerrados. Ya hemos cocinado con los niños, hecho manualidades, jugado a juegos de mesa… Empiezan a pesar las horas. Está muy bien lo que dicen los psicólogos, marquemos rutinas a los niños, pongamos un horario al día… y muchas pautas que son muy útiles pero por mi propia experiencia lo más importante es asumir la situación. ESTAMOS AISLADOS Y ADEMÁS POR UNA SITUACIÓN DE RIESGO.

Lo más importante llegados a este punto es no hacer vida normal. Nuestras rutinas no pueden ser las mismas que hace 15 días pero teletrabajando y con el cole en casa. No podemos pretender que los niños hagan 8 horas de colegio normales y nosotros trabajando como si el mundo fuese el mismo. No lo es, y poco a poco tendremos que ir dándonos cuenta todos.

No podemos estar tampoco todo el día escuchando las noticias para ver el número de contagios y fallecidos, eso crea ansiedad. Decidamos una hora del día para informarnos. Y sobre todo lo más importante es buscar la nueva normalidad.

Si algo aprendí cuando la vida me sacó del tablero de juego, pero el tiempo seguía corriendo, es que tuve que buscar una nueva posición. Pensé que era como la oca, volví al inicio. Y lo que más me ayudó fue aceptar entre todos una nueva situación y buscar el nuevo hueco que la vida me ofrecía y desde ahí arrancar. Siempre me decían esto pasará tranquila, lo superarás y otra vez a empezar. No amigos, no se vuelve a empezar, continúas desde otro sitio, y cuando tus rutinas  dejan de ser diferentes para intentar volver a las rutinas sociales es cuando desde tu nueva normalidad te vuelves adaptar.

Ahora es igual pero con una ventaja, la sociedad entera está aislada. El mundo entero tiene el mismo nuevo tablero de juego a la vez. Entre todos debemos buscar las nuevas normas, pero no pretendan que ahora los padres seamos profesores, amos de casa, amigos de nuestros hijos, profesores de gimnasia y trabajadores a tiempo completo, y todo a la vez. Ahora empresas den un respiro a sus trabajadores para que vayan buscando su normalidad anormal. Ahora profesores no manden PDF a doquier porque los niños sienten presión, ni pongan un calendario de vuelta a la realidad, porque no existe. Desde mi humilde opinión sería más fructífero que utilizasen la tecnología para estar en directo con sus alumnos y que ellos vean otras caras algún rato del día, que ellos sigan recibiendo la lección de sus profesores, muchos centros lo hacen.

No es cuestión de estar 8 horas dando clase online, pero si la tecnología lo permite es la mejor opción. Recuerdo el cole de la 6º planta de oncología de la Paz. Y mucha gente me decía, ¡deja al niño!, ahora no tiene que recuperar materia ni pensar en dar clase. No discutía con nadie, no merecía la pena. ¡Claro que me daba igual que aprendiese o no! lo que buscaba era una nueva normalidad. El ratito que tardaba en ir hasta la sala del cole movía sus piernecitas. El ratito que estaba allí se olvidaba que estaba enfermo. El ratito que estaba allí encontraba su hueco nuevo en la sociedad, porque no es un peque normal, ni lo será nunca.

Eso es a lo que me refiero, esto no es una situación de 15 días. Esto ha pasado y está aquí para quedarse. ¡Ojalá nos cambie la vida a muy pocos, pero a muchos otros se la cambiará para siempre! Perderemos amigos, familiares, trabajos, ahorros…Así que cuanto antes busquemos nuestra propia normalidad y dejemos de sostener una situación anormal antes dejaremos de sentir presión.

No hay nada mejor para no perder la paciencia que asumir, integrar y normalizar. Si te parecen muchos deberes, y no eres capaz de explicar no pasa nada, no es necesario que lo hagan todo hoy, si no llegas con la casa, no pasa nada continúa mañana. Si no comen todos los días verdura, pescado y fruta, no pasa nada, no morirán de diabetes, si no se mueven todos los días lo suficiente no pasa nada.. busca tus tiempos, integra tus ritmos, asumamos la situación y hagamos nuestras las buenas costumbres. Ojalá nunca dejásemos de aplaudir a las 20h y de compartir ese momento entre vecinos. Ojalá siempre tengamos tiempo de felicitarnos por FaceTime y llamadas y no por un simple WhatsApp, porque tenemos tiempo para todos, ojalá no dejemos de inventar juegos con nuestros hijos…

Quedémonos con lo bueno de este aprendizaje en esta nueva construcción de esta nueva realidad. Y ojalá bajemos cifras cuanto antes.

Mi humilde opinión en busca de nuestra nueva realidad de nuevo.

 

No sé qué hora sería cuando salímos de la UCI. Recorríamos pasillos de nuevo, con celadores y enfermeros. De nuevo me sentí perdida por ese laberíntico hospital. Yo andaba a paso rápido. Samu se ponía nervioso si no me veía al lado, esa sensación pasaría con el tiempo, cuando construyese su nueva normalidad, pero de momento necesitaba verme cerca, y era difícil. Los estrechos pasillos del hospital de La Paz no permitían que yo fuese cogiéndole la mano en paralelo, así que intentaba, cual lagartija, colarme por cualquier esquina y rincón. Los celadores no decían nada. Los enfermeros tampoco. Benditos ojos los del personal sanitario, la de cosas que han tenido que ver hacer a padres desesperados. Lo respetan y te ayudan a encontrar el hueco.

Detrás, siempre detrás, mi marido. Aún en shock. Cuidándome, sin darse cuenta, más a mí que a mi hijo. Algo le decía en su interior desordenado, que si yo caía, caíamos todos. Así que siempre tenía un café caliente en la mano para ofrecerme, un bocadillo de jamón o una coca-cola light. Eso sí, aún no había entrado en la fase de asimilación. Aún no era capaz de coger en corto ciertas riendas. Así que él perseguía la camilla sin perdernos de vista. No cabía en el ascensor, así que subía por las escaleras.  Y siempre, no sé como, siempre llegaba antes que nosotros y estaba esperándonos, con esa sonrisa desencajada e impuesta, a la apertura de cualquier ascensor.

Samuel mientras en la camilla seguía de cerca nuestra mirada, se arrancaba la mascarilla, enrabietada, asimilaba poco a poco lo que le pasaba.

Llegamos a casa. A nuestros 6m2 de habitación oncológica. Con el pijama de hospital. Con el PIC puesto, que nos impedía cambiarle de ropa con facilidad, siempre necesitábamos  ayuda de las enfermeras. Yo le miraba su carita de ángel. La habitación estaba llena de celadores, enfermeros, su padre y yo. Fuera en la puerta, cual resorte, los abuelos. Dolor inmenso para ellos. Ver sufrir a sus nietos y a sus hijos. ¡Lo entiendo!, pero yo quería que se fuesen. ¡Qué se fueran lejos!, quería estar sola con él.  Aún desconocía la situación pero sabía que mi hijo necesitaba descansar. Estar conmigo. Su silencio de bebé de 3 años no me gustaba y de repente sonó la puerta de la habitación. Allí se presentó la psicóloga de ASION (Asociación Infantil Oncológica de Madrid). Una asociación centrada en ayudar mucho a las familias que nos vemos en esta situación. Ayudas a muchos niveles. Es una asociación asistencial, con psicólogos, trabajadores sociales, casas de acogida, voluntarios para jugar con los peques….. una asociación de gran ayuda cuando te ves aquí. Sobre todo si además no eres de Madrid, tu situación económica no es favorable, eres madre soltera o padre soltero… 

Al grano, yo lo había pedido. No quería perder el norte. Estaba asustada de mi reacción. Estaba muy entera. Tranquila, dentro de mi desquicie. Coherente. Racional y con mucha fuerza. Siempre le di mucha importancia a la cabeza, y las malas pasadas que puede jugarnos. Quería saber que era normal. Me parecía bastante más normal el estado de mi marido. Y ellos, mis hijos, los más importantes en esta película de terror. Quería poder resolver las preguntas de un niño de 3 años, cómo contárselo. Quería poder explicarle a mi hija que le pasaba a su hermano, sin generar más trauma del que ya lleva la situación implícita en sí misma. Quería hacerlo bien. Esa exigencia de madre, de mujer. Esa búsqueda inquietante siempre de mujer perfecta, de llegar a todo, de no fallar a nadie.

Se presentó y nos invitó a acompañarla a una sala. Sabía que tenía que ir, pero no quería dejar solo a mi hijo en la habitación. Era una sensación de abandono y un miedo terrible a volver y que no estuviese vivo. Era terror. Los abuelos vieron la oportunidad perfecta para entrar y estar con él. Le expliqué muy bien que volvía enseguida. Me miró con cara dispuesta a llorar, lo hubiese hecho seguro. Pero ya no tenía fuerzas. Llevaba 48 horas muy intensas. Demasiado para su pequeño y debilitado cuerpo. Prefirió resignarse. No sería la primera vez que lo haría. Formaría parte de su decálogo de nueva vida.

Cogí a mi marido de la mano y de nuevo salimos a esos pasillos que seguían siendo para mi un laberinto sin final, del que jamás saldría. Me sentía presa. Delante iba la psicóloga. Con una sonrisa. Abrió una puerta. Entramos a un pequeño despacho. Decorado de estanterías con libros. Un pequeño sillón para ella y dos sillas anchas y cómodas para nosotros. Tomamos asiento. Yo estaba nerviosa. Quería respuestas rápidas y que alguien me condujese de nuevo hasta mi casa de 6m2. Mi marido estaba incómodo. No le gusta expresar sus emociones a nadie que no sea muy de su confianza. No quiere mostrar debilidades. Pero sus ojos sostenían, desde hace 48 horas, las lágrimas en sus vidriosos ojos sin cesar y sin control alguno.

La conversación podría haberla llevado ella. Pero como digo yo estaba nerviosa y tenía las cosas más claras de lo que yo pensaba. Ya estaba en la fase de construir una nueva normalidad. Ya había asimilado, casi en su totalidad, porque volvería a dudar de mi nueva situación varias veces, que teníamos un hijo con cáncer.

¿Qué pasa si mi hijo me habla de la muerte? ¿Y si me pregunta si va a morir? ¿cómo le explico lo que le pasa? ¿cómo le digo a mi hija que mamá no le va a acostar cada noche? ¿qué le digo si me pregunta si va a morir su hermano? tengo miedo ¿pero no estoy en shock? ¿entiendo lo que me dicen? y así un sin fin de preguntas.

 

No le resultó difícil de responder. ¡Qué mierda!, perdón por la expresión. Pero está más que acostumbrada a responder sin cesar estas preguntas muchas veces. Muchos padres desquiciados a diario ingresan en un hospital con un hijo con cáncer. Muchas miradas y familias perdidas. Demasiadas para no invertir en investigación y salvar vidas. Ya me iba dando cuenta de esto, pero hablaré más adelante en profundidad, cuando mi estado mental me dejó ser consciente de la situación real.

Ante mis preguntas me dijo que yo había cogido las riendas de la situación, encabezaría las batallas. Sería el referente. Y estaba serena y realista. El shock de mi marido se iría pasando y él necesitaba tener una función de responsabilidad para empezar a ver la situación. Le mandaría a la trabajadora social de la asociación, porque habría que resolver bastantes papeles laborales. ¡Dios mio! ¡es verdad! ¡Trabajábamos!, se me había olvidado por completo. 

El resumen de todas mis preguntas sobre mis hijos fue sencillo, no mientas a tus hijos, no les prometas aquello que no puedes cumplir. La enfermedad de Samu tiene cura, pero puede no curarse. No les mientas nunca. Para lo bueno y para lo malo.

Llevaba 48 horas sin ver a mi hija. Sin hablar con ella. Nunca lo había hecho. Jamás había estado en esta situación. Mi marido se fue del hospital para recogerla en el colegio y poder  traerla aquí para que pudiésemos hablar con ella. Los abuelos se fueron a descansar un rato. Y yo por fin me quedé en mi habitación con mi hijo. 

(Próxima semana siguiente entrega. Las anteriores en este blog www.rociobracero.com. Si te resulta más cómodo suscríbete a mi newsletter y te llegará al mail cada viernes…. o puedes seguirme en mis rrss, instagram, facebook y twitter donde publico las entregas. Y no lo olvides cada día sale el sol para darte una nueva oportunidad para empezar. )

 

“Cada momento suma más que el anterior”

ROCÍO BRACERO

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